miércoles, 1 de mayo de 2013

NUESTRO LINAJE...


Pastores:

Nuestro linaje tiene que ser cuidado por nosotros mismos.

En cuanto tengo la oportunidad de hablar ante los pastores que me invitan a darles alguna charla, insisto en que estamos en una posición muy diferente a la que está el resto del pueblo.  Mi pastor me enseño algo muy importante: El mismo pecado, pero diferentes pecadores. Una cosa es que peque algún miembro de la congregación pero otra muy diferente es que el mismo pecado lo cometa el pastor. Hay un abismo de diferencia. Por lo tanto, la demanda es proporcional...

Eso fue lo que sucedió en el desierto... Moisés está hablando con Dios en el Monte. Está recibiendo instrucciones para el pueblo. Se ha tardado más tiempo del que ellos esperaban. Y se les ocurrió la brillante idea de pedirle a Aaron que les hiciera el famoso becerro... Y Aaron tuvo también la brillante idea de hacerles caso.

¿Què fue lo que dijeron estas gentes en su corazòn realmente?

Los israelitas estaban diciendo: “Las cosas no están sucediendo como deberían. Estamos cansados de esta batalla, cansados de esperar en Dios, y ahora vamos a disfrutar. ¡Fuera con lo viejo! ¡Queremos una nueva libertad, un nuevo comienzo y lo queremos ahora!”  (Éxodo 32:25)  


Los israelitas se desnudaron. Abandonaron todo pudor cuando se pusieron a danzar ante el becerro... Dejaron por un lado su linaje y se dieron al desenfreno. Se desnudaron de su abolengo... Desnudez en la Biblia también tiene que ver con no tener escudo para la batalla. Todo hombre que no tenía su escudo se consideraba desnudo. Estos israelitas estaban literalmente desnudos: desvestidos y bailando ante el becerro de oro, incluso habían depuesto también su armadura.

¿Puede usted imaginar a sus enemigos, los amalecitas, mirando esta escena salvaje desde las montañas aledañas? Los amalecitas una vez temblaron apenas divisaron a Israel. Dios había puesto un terror en los corazones de ellos hacia Su pueblo, pero ahora veían a Israel quitarse su armadura y despojarse de sus prendas. Los amalecitas estaban burlándose y riéndose de ellos: “¡Mira, ellos son como nosotros! Su Dios no tiene poder, ellos no confían en Él. ¿Ves? Están desechando todas sus costumbres estrictas. Quieren lujuria, fiesta y juego al igual que el resto de nosotros. ¿Ves a ese cristiano tomando licor? ¿Lo ves pegándole a su esposa? ¿Ves a esa devota cristiana murmurando de su esposo? ¿Chismeando? ¿Ya viste a ese pastor adulterando? ¿Te das cuenta que aquel pastor no me pagò lo que le prestè?  ¡Vaya santidad! ¡Qué hipocresía!”

En ese solo acto de desenfreno, Israel menospreció a su Dios ante los ojos de los impíos. Hicieron que el Señor pareciera como despiadado, cruel, insensible, impotente. Ellos mancharon Su honor, Su majestad, Su omnipotencia. Dejaron de ser un ejemplo para el mundo.

Y eso es exactamente lo que hacemos cuando nos despojamos de nuestras vestimentas de fe y dejamos de lado nuestra confianza en Dios. ¡Sin confiar en Dios como un niño, el cristiano queda desnudo ante el mundo, expuesto a todas las dudas, temores e incredulidad!

Y, como le dijo la mamà al rey Lemuel: No es de reyes, Lemuel, no es de reyes...

Pienselo por un momento, querido amigo.

1 comentario: