miércoles, 29 de mayo de 2013

CUANDO CAEMOS...

Muchas veces los pastores no entendemos lo que Dios hace en las vidas de algunos de sus siervos.

Somos pragmáticos  Duros para juzgar. Implacables y extremadamente incomprensivos... Claro. Cuando se trata de otros. Porque cuando somos nosotros los que caemos en alguna situación comprometedora somos indulgentes, perdonadores, ponemos una y mil excusas para justificar nuestro comportamiento erróneo. Ah, y exigimos que los demás nos comprendan. Ojo por ojo, pastores, ojo por ojo...

Caer no significa quedarnos tirados. No significa que Dios nos desecha. Tampoco quiere decir que ya no servimos. A menos que nosotros lo permitamos. Depende de nuestra comprensión no solo de Dios sino de nosotros mismos.

¿Como funciona? Si soy incapaz de comprender al que cae, eso se vuelve contra mì, como el bumerang. Si yo no comprendo cuando alguien cae en alguna situación comprometedora, entonces estoy listo para creer que Dios tampoco me comprenderà a mì. Medida por medida. Como yo mido a los demás  creo que Dios me mide a mì. Y puedo tomar el camino más fácil: quedarme tirado, enojado contra Dios y contra todos. Despotricando contra la vida y blasfemando y negando la Misericordia del Señor...
 
Pero lo contrario también es cierto...

Si soy comprensivo, si levanto al caído en algún pecado, si sano al que enfermó de lujuria, si abro los ojos a algún pastor que encegueciò a causa de la fornicación,  si visto de misericordia al que se desnudó a causa de la concupiscencia... soy candidato para confiar en que Dios hará lo mismo conmigo. Y seguiré mi camino. Pido perdón, me sacudo del polvo del camino, enfrento las consecuencias... ¡Y adelante!

Cuando Adán pecó, trató de esconderse de Dios. Cuando Jonás se negó a predicar a Nínive, su miedo lo llevó al océano para huir de la presencia del Señor. Cuando Pedro negó a Cristo, tenía miedo de enfrentarse a Él. Se escondió y se fue a pescar, huyendo de la culpa y el temor...

Dios me ha mostrado una verdad que me ha ayudado muchas veces: Algo mucho peor que el fracaso es el miedo que le acompaña. Adán, Jonás y Pedro se alejaron de Dios, no porque habían perdido su amor por Él, sino porque tenían miedo de que Él estuviera demasiado enojado con ellos para entenderlos. 

Satanás utiliza tal temor para que la gente piense no tiene caso intentarlo.  Si David se hubiera resignado al fracaso, quizás nunca hubiésemos oído hablar de él de nuevo. Sin embargo, el corrió a la casa de Dios, se asió de los cuernos del altar, encontró el perdón y la paz, y volvió a su mejor momento. 

¡Y lo mismo puede ser cierto para usted! Así que deje de escuchar esa voz condenadora que le dice que porque fallò en algo usted ha sido incapacitado para volver al trabajo. ¡Vamos! levàntese y tome su Biblia, pida perdón y espere que la Bondad y el perdón del Señor le revele su siguiente mensaje... 

2 comentarios:

  1. ¡Eso es así! Gracias por recordárnoslo

    ResponderEliminar
  2. Es bueno conocer su posición ante los pastores que caen, me alegro de saber que estamos en el mismo sentir.

    ResponderEliminar