“Mi esposo se ha entregado completamente a la pornografía por Internet. Ahora presenté una demanda para el divorcio y a él ni siquiera le importa. Estuvimos felizmente casados durante veinticinco años antes que esto sucediera. No podía entender por qué él pasaba tanto tiempo encerrado en su cuarto con su computador. Entonces cierto día entré, y quedé impactada por la horrible suciedad que vi en la pantalla. Él se obsesionó. Su personalidad cambió y una maldad vino sobre él. Entonces supe que se había hecho un adicto. Él me dijo: ‘No puedo evitarlo. Voy a hacer lo que me dé la gana.’”
Despuès de veinticinco años de matrimonio, ¿terminar asì? No me sorprende. En mis treinticuatro años de ministerio matrimonial pocas cosas me sorprenden... Pero me dejan con la boca abierta. Me cuesta creer que una persona que ha estado viviendo con una mujer bajo un mismo techo empiece a caer por una pendiente tan resbaladiza como es el pecado oculto... Si, oculto. Porque cuando se confiesa se hace pùblico y empieza una acciòn sanadora. Este es el secreto, pastores, para salir de un embrollo en el que cualquiera puede caer. Denunciarlo a alguien màs. Especialmente si es su pastor. Vencer el orgullo y la prepotencia del corazòn engañoso y publicarlo.
Eso es lo que hacen los alcohòlicos anònimos. Se paran delante de sus compañeros y confiesan no su enfermedad sino su vicio. Se declaran necesitados de ayuda. Se declaran impotentes de estar solos.
Pero los pastores no hacen eso. Al contrario, se quedan màs solos todavìa. Y el barro sobre el que caminan se hace màs y màs resbaloso hasta que se hunden totalmente... Pudieron haberse salvado de ser avergonzados por el Diablo pero su silencio los hundiò en el fango de la vergüenza y la pèrdida de su ministerio y seguramente de su hogar...
El apóstol Pablo hace una declaración horrible dirigida a aquellos que “andan en la vanidad de su mente” (Efesios 4:17). Tales personas justifican su pecado, ya no buscan liberarse de él. Pablo dice de ellos: “teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón”. (Versículo 18)
¿Cómo fue que quedaron tan a oscuras y fueron cegados? Ellos cayeron bajo una ceguera que viene sobre todos los que se entregan al pecado: “los cuales, después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.” (Versículo 19).
John Owen, el escritor puritano, explica el trágico resultado: “Un hombre bajo el poder de una lujuria predominante está bajo una falsa seguridad y no discierne los tiempos peligrosos que vienen.”
No hay nada màs peligroso que un hombre empiece a resbalar y no se de cuenta que la red cazadora ha empezado su labor de atraparlo. De allì que no debemos ser islas. Necesitamos manos que nos ayuden. Necesitamos estar claros ante nosotros mismos que no somos intocables. Debemos saber que el pecado en cualquier momento tocarà las puertas de nuestra vida y si no estamos atentos, podemos caer en esa oscuridad que enceguece el entendimiento... De allì a la doble moral, solo hay un paso...
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