Nacieron del mismo vientre...
Hijos del mismo padre...
Educados bajo los mismos estándares...
Pero uno decidiò seguir el camino de la Verdad. El otro decidiò seguir el camino de la rebeldía.
Jacob y Esaù.
Este escrito es para aquellos pastores que tambièn han sido o son padres. Pero que, pese a que invirtieron tiempo y esfuerzos por igual para guiar y educar e instruìr a sus hijos bajo el temor del Señor, uno de ellos no saliò como se esperaba.
No se condene, querido hermano, no se condene... Usted hizo lo posible. Les alimentò por igual. Los vistiò y los mandò al colegio. Los educò y tuvieron techo y cariño en la misma medida... Pero no salieron iguales. Fueron diferentes. Como usted y como yo. Aunque somos hijos del mismo Padre Celestial, tenemos nuestros caminos por lugares diferentes... Usted pastorea en el norte y yo en el sur. Usted tiene una congregaciòn de cientos, la mìa es numèricamente pequeña. Pero eso no quiere decir que no seamos hermanos.
Ser hermanos es mucho màs que las similitudes en nuestro llamado. A usted le dieron màs y a mi me dieron menos. Eso es todo. Ambos tenemos lo que el Padre quiso darnos. No hay por què creernos màs o menos...
Por eso escribo esto. Porque muchos pastores sufren cuando sus hijos no estàn en la misma visiòn. Se sienten frustrados o amargados con la vida y con ese hijo rebelde que no se porta "bien". Ese "bien" es un paràmetro que su hijo o hija no entiende. Para usted, portarse bien significa que sus hijos deben estar en el grupo de alabanza o escuela dominical o encargados de algùn àrea de la Iglesia. Para algunos pastores se vuelve obligaciòn que sus hijos compartan "su" ministerio y cuando eso no sucede se enojan con ellos y en vez de invitarlos a ser partes del Cuerpo de Cristo los abandonan y los sacan de sus planes de salvaciòn... Todo por evitar la verguenza de haber procreado un hijo que no quiere amoldarse al sistema religioso al que pertenecemos...
Pablo fue el que escribiò: "Que sepan tener a sus hijos en sujeciòn" como requisito para ser ministros del Altar... Pero no siempre es fàcil. El enemigo tratarà por todos los medios de distraer la atenciòn de los asistentes a su congregaciòn para fijarse en la paja que afecta al pastor y ellos no se dan cuenta de sus propias vigas... No hay familias perfectas. Todos hemos sido golpeados en màs de una ocasiòn en nuestra propia casa. Nuestros padres no fueron perfectos. Nuestros hermanos no fueron santos. Tuvimos nuestras diferencias y llegamos a Cristo con un bagaje de amarguras, sinsabores y frustraciones que se llevaràn años en ser sanados...
No se sienta mal. Ore. Vigile a sus hijos. Aconsèjelos y pìdale al Espìritu Santo que los convenza del camino en que deben andar y verà que sus luchas han valido la pena porque habràn enriquecido su vida y su mensaje... Pero no se sienta menos que otros. Usted quizà tenga un hijo malportado... Otros tenemos un alma malportada... Estamos en el mismo barco, querido pastor.
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